Conocido también como realismo fotográfico o realismo radical, el Hiperrealismo es la escuela pictórica de tendencia realista más absoluta de la historia. Pretende ofrecer una versión minuciosa y detallada de las imágenes.
Nació en Estados Unidos a finales de los años 60 y se promovió en Europa. Fue confirmado por la exposición que Uldo Kulterman presentó en París bajo ese nombre.
Los artistas hiperrealistas tratan de buscar, con el más radical de los verismos, una transcripción de la realidad usando los medios técnicos y fotográficos de la manipulación de las imágenes. Consiguen con la pintura al óleo o la escultura, el mismo detallismo y encuadre que ofrece la fotografía.
En América del Norte, donde el pop art había arelado profundamente, el hiperrealismo se trabajaba a partir de la reproducción pintada de los objetos de consumo y de las imágenes publicitarias correspondientes.
En Europa, en cambio, el hiperrealismo no suele tener connotaciones del pop art y se impregna de un lirismo casi surrealista.
ARTISTA DESTACADO: Richard Estes.
Richard Estes es conocido como uno de los fundadores del movimiento pictórico fotorrealista que nació en los Estados Unidos a finales de los años 60 y comienzos de los 70 del pasado siglo. El artista, sin embargo, no se siente identificado con esa etiqueta y prefiere ser considerado simplemente como un pintor en el sentido tradicional de la palabra. Su pintura no se agota en la alusión a la fotografía. Estes nunca se limita a calcar una proyección fotográfica, sino que construye una verdadera composición pictórica utilizando diversas tomas fotográficas como materiales auxiliares, pero acudiendo al mismo tiempo al dibujo, la perspectiva o el estudio de la luz.
Aunque haya pintado también paisajes de la naturaleza, Richard Estes es ante todo un pintor de ciudades: Chicago, París, Venecia, San Francisco, Praga, Barcelona, Londres, Córdoba, Florencia… y especialmente Nueva York, la urbe a la que ha dedicado una atención más temprana y más prolongada. En las vistas de ciudades de Richard Estes hay infinidad de signos que nos hablan de un tiempo y un lugar: los modelos de automóviles, las vallas publicitarias, los escaparates, hasta la ropa que visten los peatones. Pero más allá de ese componente efímero, la ciudad, cada ciudad, se despliega en la obra de Estes como un cristal, como una estructura cristalina que tiene infinitas facetas y que reaparece siempre idéntica y siempre cambiante.
El realismo de Estes no es una reproducción pasiva de lo que vemos, sino más bien un cuestionamiento de lo visible. Ése es el sentido del uso casi obsesivo de los reflejos. Desde que en 1967 pintó el edificio Flatiron reflejado en la chapa de un automóvil, los reflejos aparecen por doquier en la obra de Estes: en la carrocería de los coches y los autobuses, en los cristales de los escaparates, en el agua. Estas superficies reflectantes no son lisas y uniformes; están llenas de olas y remolinos que alteran y deforman lo que se refleja en ellas. Al desplegarse sobre estas superficies, los objetos reales se convierten en monstruos fantásticos e irreconocibles, como los desnudos femeninos en las fotografías de André Kertesz. A veces, nuestra única percepción del mundo real en la pintura de Estes se da a través del reflejo, y en él, el mundo aparece invertido, fragmentado y distorsionado.
"Edificio Flatiron"
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